Durante mucho tiempo, el bondage ha sido considerada una práctica oscura y perversa en Occidente. Fue importada de Japón, donde se practicaba desde hacía siglos. El bondage es el arte de inmovilizar a otra persona mediante el uso de cuerdas (shibari)
Se cuenta que, en su origen, era una de las disciplinas que todo samurai debía practicar a la perfección, pero acabó derivando en lo que hoy en día conocemos como juego erótico.
Enmarcado en la cultura BDSM (Bondage – Dominación – Sumisión – Masoquismo), en los últimos tiempos va saliendo de la mazmorra para entrar en el mundo de la moda, el arte y la literatura.
El bondage conlleva grandes componentes de experiencia física, psicológica y estética. Atar o ser atado es una vivencia completa para los sentidos: la sensación de abrazo, la de ingravidez al ser suspendido o la vibración de la cuerda.
Requiere grandes dosis de comunicación entre sus actores, ya que uno ha de confiar en la persona que le inmoviliza. Antes de ponernos a jugar, debemos tener en cuenta el material que querremos utilizar, la preparación del espacio, el conocimiento del cuerpo y de la persona con la que se va a compartir la experiencia.
Se puede ser atado tanto con ropa como sin ella, dependiendo del contexto y del tipo de experiencia que se persiga.
Se puede inmovilizar también con pañuelos, corbatas, esposas, cintas… Pero el bondage se practica principalmente con cuerdas, ya sean de cáñamo, algodón, yute o coco.
Si quieres saber más, puedes escuchar el podcast del programa de «Hoy por hoy» de la cadena SER (aquí)
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